jueves, 10 de mayo de 2012

La Gráfica


Francisco Díaz de León 


Federico Cantú 



La relación de los artistas de la época de los treintas no solo se daría en el Café de Paris o en las Escuelas al aire Libre o en la Galería de Inés Amor o de María Asunsolo sino que se trasladaba a los Ateliers
si bien el arte de pintura de caballete se hacia en la privacidad , la impresión de grabados en linolium , Madera , placa al buril o a la punta  seca  se compartía
por ejemplo en el Atelier de Federico Cantú :imprimían , Luis Ortiz Monasterio , Jean Charloth , José Moreno Villa , Francisco Díaz de León , El Pollero Ávila , Alvarado Lang , Tamiji Kitagawa y otros mas.







El Torculo del Atelier de Federico Cantú
En la Exposición Philadelphia Museum – Grafica Mexicana 2008
Colección Cantú y de Teresa















Coyoacan mantuvo su tradición de pueblo mexicano español durante 450 años  y es hasta después de 1965 que sus grandes casonas y sus tradiciones fueron eclipsadas por una mediocre renovación
Sin embargo la tradición de tamales sigue aun vigente
En el grabado Tamiji representa un nocturno en la calle
Donde están comprando en la noche unos tamales a una indígena








De manera magistral el artista muestra los dos indígenas
Dedican su trabajo a extraer el pulque de un maguey

Por supuesto que estas vivencias de costumbre mexicanas
Fueron frecuentes en toda la republica sin embargo existían
En 1920 cuatro pulquerías en la zona centro del barrio de Coyoacan

“Échate la otra” . “La Rosita” mismas que fueron frecuentadas por todos los artistas de la Escuela al Aire Libre. Posteriormente en 1945
la Rosita fue pintada por Frida y los Fridos.












En esta obra Kitagawa se acerca de manera muy peculiar al concepto de Jean Charlot , 







Paradójicamente fueron varios pintores que se casaron entre 1928 y 1929. Entre ellos  Diego Rivera y Frida Kahlo ,  Federico Cantú y Luz Fabila Montes de Oca , Luis Ortiz Monasterio con Anita M , Tamiji Kitagawa y Tetsuko Ninomiya el 17 de noviembre de 1929

Como podemos ver en esta obra el sentido del humor de Kitawagua es extraordinario . 



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